El programa escolar que la Fundación de Niños de Puerto Rico mantiene desde el 2006 en varios hospitales del país, permite que la educación continúe en medio de los retos de salud.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


La posibilidad de mantener un grado de normalidad dentro del proceso de
hospitalización y de que los pacientes no se atrasen en sus estudios
es uno de los muchos beneficios del programa.

Un boleto para soñar, eso significa para algunos pacientes infantiles el tiempo destinado a cumplir con su jornada educativa durante las hospitalizaciones. A veces, la meta no es el dominio total del material nuevo que las maestras enseñan, lo importante es desconectarse unos minutos de la rutina hospitalaria y conectarse a lo que hacen sus compañeros en el salón de clase, a la vida fuera del hospital.

La Fundación de Niños de Puerto Rico estableció en el 2006 su programa de educación hospitalaria y lo ha mantenido desde entonces. La inversión anual oscila entre 280 y 300 mil dólares.

Un año después, en el 2007, llegó Christian Ramírez al programa que ahora dirige. Es maestro de Estudios Sociales y especialista en educación hospitalaria. El estudio formal en este campo comenzó en el 1992 y los estudios coinciden en que genera emociones positivas en el paciente.


A juicio de Christian Ramírez, director del programa escolar de la Fundación de
Niños de Puerto Rico, servir como enlace entre los pacientes, sus familias y la
comunidad escolar es una de las funciones más importantes
y complejas dentro del programa escolar.

“Como maestro es bien bueno saber que, con lo que uno hace, puede ayudar a esos pacientes para que continúen estudiando. A veces esa satisfacción es la Ley de Educación Hospitalaria. Por mucho tiempo nosotros estuvimos dando cantazos y dependiendo de la buena voluntad de las escuelas. A diferencia de lo que uno pudiera pensar, que todo el mundo tiene buena voluntad y va a ayudar a esos pacientes, no es así. El año pasado tuvimos un problema con el director de una escuela en Yauco que le hizo la vida imposible a una paciente nuestra; la nena tenía las capacidades, el deseo, la voluntad y la mamá tenía todos los documentos. Parte de la satisfacción es uno poder intervenir en esas situaciones. Me apasionan la educación hospitalaria y la mediación, con el paso del tiempo terminaré siendo un mediador entre las escuelas y los pacientes”, confiesa Ramírez.

Consciente de la importancia de poder aprender en el hospital, el director del programa educativo de la Fundación de Niños de Puerto Rico compartió su experiencia durante la creación de la Ley de Educación Hospitalaria aprobada en agosto de 2024. Leyendo la prensa, Ramírez se enteró de que el proyecto de ley había sido radicado y contactó a los legisladores proponentes, la senadora Wandy Soto Tolentino y el senador Ramón Ruiz Nieves, para ofrecer sus recomendaciones.

“Nos unimos a otra fundación, Hechos de Amor, que estaba activa en esa época, y estuvimos allí trabajando porque lo que proponían se basaba en una ley vieja que la entonces legisladora Kimmie Rashcke propuso en el 2011. En siete ocasiones diferentes senadores de varios partidos la habían propuesto y cada uno iba añadiéndole y quitándole cosas. La senadora Soto Tolentino y el senador Ruiz Nieves tuvieron la apertura de permitirnos proponer modificaciones y cambiarlo de arriba abajo. Terminó siendo un proyecto que responde a las necesidades; se reconoce el servicio, lo que es un maestro hospitalario, se les asignan responsabilidades a los hospitales, a las escuelas, a los departamentos de Educación, Familia y Salud”, indica Ramírez.

El educador describió la ley como “sencilla, consistente y con garras para uno poder trabajar”.

"La educación hospitalaria le da al paciente ese sentido de pertenencia a su escuela, a ese proceso educativo que tuvieron que interrumpir, y le da la expectativa de luchar para poderse reintegrar a ella. Sabemos que no es para todo el mundo, por los niveles de gravedad de los pacientes, pero quién pueda, le puede cambiar su día".
Christian Ramírez,
director del programa escolar
de la Fundación de
Niños de Puerto Rico
 

Según su descripción, la Ley de Educación Hospitalaria implementa un programa educativo que permite a los estudiantes que padecen enfermedades que requieren tratamiento prolongado en instituciones médicas, continuar con sus estudios de manera efectiva y sin interrupciones. Se enfoca en proporcionar un entorno educativo adecuado dentro de los hospitales que cuenten con varias unidades pediátricas. Los hospitales estarán obligados a identificar y adaptar un espacio dentro de sus instalaciones para la creación de 'aulas hospitalarias' que garantizarán que los alumnos puedan seguir su proceso de enseñanza y aprendizaje en cumplimiento con los requerimientos del programa educativo, mientras se respetan estrictos estándares de sanidad.

“Uno de los puntos importantes de la ley es que obliga a los hospitales a separar espacio para las clases, si no es así las maestras van a las habitaciones. Antes de que se aprobara la ley, tuvimos el caso del Hospital Pediátrico, que había perdido su espacio para trabajar con los estudiantes. Un día la supervisora de enfermeras, Julia Rivera, nos dice que se le había ocurrido -pidiéndole perdón a Dios de antemano- dividir el espacio de la capilla para compartirlo con el salón y eso hicimos, una pared los divide. Ahora le ley exige que los hospitales públicos tienen que tener un espacio para la educación de los pacientes y los privados deben. La ley reconoce a las fundaciones como las que proveen el servicio”, indica Ramírez.

La educación termina siendo un milagro en escenarios retantes, Ramírez está convencido de su poder.

“La literatura reconoce la educación hospitalaria como ese elemento que le garantiza la continuidad al paciente. El hecho de que la maestra de la escuela del paciente le envíe material, es una de las cosas que le va a dar variedad a su su vida, de lo contrario estaría en una rutina -a la misma hora me pesan, me toman la presión, el sonido, el olor, la luz, la gente con la que interactuan es la misma. La educación hospitalaria le da al paciente ese sentido de pertenencia a su escuela, a ese proceso educativo que tuvieron que interrumpir, y le da la expectativa de luchar para poderse reintegrar a ella. Sabemos que no es para todo el mundo, por los niveles de gravedad de los pacientes, pero quién pueda, le puede cambiar su día”, agrega Ramírez.

La fundación se ocupa además de buscar las notas de los alumnos cuando las entrega el Departamento de Educación.

VUELVE EL CAMPAMENTO DE VERANO

Si algo ha caracterizado a la Fundación de Niños de Puerto Rico es la celebración de su campamento para pacientes cuyas condiciones de salud le impiden participar en otros con menos previsiones para salvaguardarlos. El programa incluía actividades artísticas y deportivas.

“Este año vienen cambios y empiezan el 20 de junio. Antes el campamento impactaba a un grupo de gente que podía llegar a San Juan y a una cantidad limitada de pacientes. Ahora se van a hacer actividades focalizadas para que pueda impactar a distintos niños con distintos intereses. Se está haciendo un inventario de intereses con los pacientes y, a su vez, a esos pacientes se les van preparando actividades de acuerdo con lo que ellos quieren”, anticipa Ramírez.

Para saber más de su labor, visita https://fundaciondeninospr.org o Facebook @Fundación de Niños de Puerto Rico.

Fotos / Javier del Valle

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