Conoce la labor de la organización ganadora del Premio Tina Hills 2022.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


Laura López, directora ejecutiva de FAR; CPA Roberto Santa María, presidente de FAR;
religiosas a cargo del Centro María Mazzarello ALESPI; Diego Suárez, presidente del Comité
de Desarrollo Organizacional de FAR y licenciado Rafael Cortés Dapena, presidente
de la Junta Directiva de FAR. Foto / José "Pepe" Pérez

Sor María Ofelia Pérez siempre repitió que en el Centro María Mazzarello ALESPI no dejarían de evolucionar hasta que su labor les hiciera merecedores del Premio Tina Hills.  “Eso sería para tocar trompeta y decirle al mundo que vale la pena”, dijo entre risas la fundadora hace unas semanas. Llegó el momento de tocar la trompeta y de celebrar, porque la organización sin fines de lucro ubicada en el barrio Sana Muertos en Orocovis fue seleccionada ganadora del Premio Tina Hills 2022.

En el 1981, las Hijas de María Auxiliadora, salesianas de Juan Bosco, fueron llamadas a servir en Orocovis y en el 1987 se hicieron cargo del Colegio San Juan Bautista, ubicado en el casco urbano y fundado en el 1958. La necesidad de mayor espacio para ampliar los servicios que ya sobrepasaban a la comunidad estudiantil los llevó a buscar una nueva sede. Gracias a la donación de un terreno de Ramón González -y del apoyo de otros colaboradores para construir la sede-, en el 2008 se mudaron al espacio que ahora ocupan entre montañas y aire puro. Desde ahí opera el colegio y ofrecen servicios sociales, educativos y deportivos a la comunidad vecina, así como a otros pueblos cercanos.

“La comunidad que servimos es muy linda, es necesitada, alegre, disponible, muy festiva y tímida. Hemos aprendido de ella un montón de cosas, hemos aprendido que el acercamiento es lo más importante para la gente, para los niños. Yo entre los muchachos me siento joven, puedo pasar el día entero sin acordarme ni que tengo que comer ni siento cansancio porque los muchachos a uno le dan vida”, destaca Sor Ofelia.

En tantos años de labor educativa y comunitaria, la religiosa se enorgullece de “poder llevar a nuestros muchachos a la universidad”, que muchos sean profesionales y “que se han mantenido en los caminos de Dios”.

“Cuando nosotros vemos las cosas difíciles, la respuesta que tenemos es la educación que es lo que va a transformar el mundo, es lo que va a poner esto bueno. Una educación integral eso es lo que nos mueve, yo por la educación doy la vida”, agrega.

Para Araceli Reyes Díaz, directora ejecutiva del Centro ALESPI, es importante que tanto el Premio Tina Hills como otras instituciones “puedan mirarnos como personas que con poco hacemos mucho”, como “aliados” y “manos que ayudan”.

“Es importante que reconozcan -en este momento de la historia donde hay una emergencia educativa, donde millones de niños se quedaron sin el pan de la enseñanza, luego y durante la pandemia-, que, junto con la fe, la educación es la que transforma. En esta emergencia es la que puede dotar a estos destinatarios a ser mejores cristianos, mejores ciudadanos y agentes de cambio. En esta emergencia educativa, que el premio nos mire es tener más recursos para poder impactar las vidas no solo en lecto escritura, en el conocimiento, si no en su salud mental, en su capacidad de relación con el mundo, con su familia, en que ellos puedan crecer en resiliencia y ver los retos de la vida como oportunidad, no solamente para ellos sobrevivir si no para ser agentes de cambio en la sociedad y en sus familias”, expresa Sor Araceli.

Menciona los ofrecimientos de educación formal y no formal que brindan en el Colegio San Juan Bautista y en programas que destacan el liderato y el amor a la tierra como “Tardes en ALESPI”, “Movimiento Siempre alegres” y “Policultivo ALESPI,” así como las clases artísticas y deportivas.

Los niños, adolescentes y jóvenes que sirven son descritos por Sor Araceli como “el tesoro de toda sociedad” y al trabajar con ellos alcanzan además “a sus familias y a sus vecinos”.

“Nuestro trabajo social y compromiso con pueblos cercanos y lejanos, también esa es la comunidad donde servimos. Nosotros hemos servido a 18 pueblos al inicio, y este año alcanzamos siete donde le preparamos el corazón de estos niños, adolescentes y jóvenes para que se vayan transformando”, dice sobre la obra realizada en Orocovis, Morovis, Ciales, Manatí, Vega Baja, Barranquitas, Aibonito y Corozal, aunque han llegado hasta Guayama y Ponce.

Partidarios de “tocar la vida del ambiente que nos rodea”, han alterado sus estrategias de servicios.

“La gente a lo mejor piensa ‘ah, el Centro María Mazzarello es de dar clases, de llevarlos a buen término a nivel universitario’, pero nosotros para lo que los preparamos es para la vida. Estos seres son dinámicos, la vida les ha cambiado. Por lo tanto, nosotros hemos cambiado la manera de verlos, de cómo llevarlos para que aprendan capacidades, para que puedan seguir afrontando la vida. Después del huracán María, del terremoto, de la pandemia, hemos abierto el horizonte de nuestros corazones y es que servimos las necesidades de las comunidades, necesidades que van más allá del pan de la enseñanza”, dice sobre la entrega de suministros y la reconstrucción de hogares que han realizado, muchas veces, junto a los estudiantes.

“En Orocovis no hay muchos accesos a muchas comunidades, así que la pobreza es mucho más invisible. Nosotros estamos allí tratando de dar la capacidad para que ellos puedan luchar por su futuro y por su bienestar”, subraya Sor Araceli.

La directora destaca que la filosofía de Juan Bosco invita a prever, no a reaccionar, por eso apuestan a las destrezas aprendidas en el Policultivo ALESPI para enfrentar una emergencia alimentaria.

“Renovamos la energía porque Dios nos llamó a esto. Queremos ser Jesús hoy, ir por el mundo como Jesús lo hizo, haciendo el bien”, acaba Sor Araceli.

Vídeo: Javier del Valle

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