Con el trabajo realizado por Bill’s Kitchen, La Perla del Gran Precio y Fondita de Jesús durante esta cuarentena, ilustramos las necesidades alimentarias de poblaciones vulnerables en la isla en medio de las crisis.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


Preparación de bolsas de comida en La Perla del Gran Precio.
Foto / Suministrada

La historia se repite. “Hemos visto mucha hambre en la calle y miedo de ir a la calle”, resume Lissette Alonso, fundadora de La Perla del Gran Precio, sobre la limitación de acceso a alimentos que enfrentan ciudadanos en medio de la pandemia de COVID-19.

Dicha organización -al igual que Bill’s Kitchen y Fondita de Jesús, entre otras en el país- aumentó la capacidad de alimentos que preparan para cumplir, no solo con sus participantes fijos, si no con el creciente número de residentes de la isla que se quedó sin recursos económicos para adquirir comida durante la cuarentena.

Las tres organizaciones tienen más de dos décadas de experiencia laborando con personas sin hogar, positivas a VIH, con adicciones a sustancias controladas o con problemas de salud mental. Todas experimentaron el mismo miedo al contagio de coronavirus que el resto del mundo, pero entendieron que debían ofrecer los servicios porque sus poblaciones son más vulnerables en episodios como el que vivimos. El huracán María es un recuerdo muy cercano.

La Perla del Gran Precio aprovechó las provisiones que habían almacenado para alimentar a las personas en sus albergues de emergencia para mujeres, en el de niños removidos del hogar o víctimas del crimen, en las viviendas de transición de mujeres con VIH y en los proyectos de vivienda permanente. Su programa “De la calle”, que lleva comida a personas sin hogar, les permitió comprobar la necesidad.

“Todas las brechas que se abrieron en la pandemia nos fuimos adaptando a ellas. Tenemos los mismos principios, misión o visión que cuando comenzamos en el 1986, pero los expandimos según la necesidad, para que todo el que necesite ayuda la reciba como la necesita y no cómo nosotros creemos que la necesita”, dice Alonso.

El programa “De la calle” se concentró en áreas de Río Piedras y llegó hasta Fajardo, entregando comidas los días que “otros grupos no iban”. “Los importante es lograr que las personas tengan al menos dos comidas calientes diarias”, resaltó la fundadora.

Les ha funcionado, también, realizar alianzas con otras organizaciones como han hecho con Casa Nuestra o Bill’s Kitchen, con quienes acordaron planes de reparto de alimentos para no duplicar esfuerzos con participantes que son servidos en ambas organizaciones.

MÁS TRABAJO, LAS MISMAS MANOS


Compras listas para entrega en Bill's Kitchen. Foto / Suministrada

La pandemia ha significado más trabajo en Bill’s Kitchen.

“Antes los participantes ensamblaban sus compras de alimentos, pero ahora yo no puedo sacarlos de las casas porque son inmunocomprometidos y porque muchos no tienen forma de llegar, no hay transportación pública ni tienen dinero porque no están trabajando. Así que, reestructuramos la manera en que ofrecemos los servicios para entregar las compras. Además, tenemos participantes que no usaban nuestros servicios de comida y ahora la están solicitando”, resume la líder de la organización, Sandra Torres, que ofrece alimentación precocinada para pacientes VIH positivo, que se ajusta a sus requerimientos nutricionales, entre otros servicios que procuran su bienestar.

Torres resaltó que la consistencia en la labor que hacen y la efectividad de sus procesos llevan a otros a acercarse a organizaciones sin fines de lucro y, por lo general, dan la mano. “A nosotros nos llamó desesperada una trabajadora social pidiendo ayuda para alimentar los viejitos de una égida en la que trabaja y que está bajo el Departamento de la Familia”, señaló Torres como ejemplo.

Por eso le pareció una falta de respeto que, sin reunirse con ellos o pedir su opinión, el Departamento de Educación anunciara que las organizaciones no gubernamentales asumirían la labor de alimentar a familias necesitadas, ya que los comedores escolares no lo harían.

“No se trata de no hacerlo, porque siempre trabajamos más de lo que podemos. Pero ¿por qué mis empleados pueden exponerse al virus, pero los de comedores escolares no? Nadie tiene la estructura, ni la cantidad de empleados que se requiere para preparar alimentos en estos momentos, que tiene el gobierno. ¿Por qué no se adaptan rápido a la situación?”, cuestiona Torres, quien señaló que ella y sus empleados tuvieron el mismo temor al contagio que todo el país, pero entendieron que debían apegarse a protocolos de seguridad efectivos para seguir cumpliendo su labor, no solo de alimentación sino también de vigilar la salud mental.

¿Y AHORA QUIÉN COCINA?


Manos a la obra en Fondita de Jesús. Foto / Suministrada

La Fondita de Jesús también siguió laborando, aunque tuvo que hacer cambios drásticos en su personal.

“¿Sabes qué complicó nuestra labor?”, indica Socorro Rivera Rosa, directora de la organización, “que nuestros empleados que cocinan son voluntarios y al estar todos en la edad de riesgo, no podían presentarse a trabajar como lo hicieron en María”.

Tuvieron entonces que encender las estufas con otros empleados que se hicieron cargo de la preparación de alimentos destinados a las comunidades que usualmente sirven y ampliaron para compartir con otras organizaciones, como es el caso de Iniciativa Comunitaria, a la cual le preparan 100 almuerzos diarios para entregar a sus participantes. En vez de la modalidad de alimentación en comedores, comenzaron el estilo “para llevar”.

“Creo que esta situación nos hace cuestionar el nivel de vulnerabilidad porque es más alto de lo que se quiere hacer creer”.

Desde el huracán María, la Fondita de Jesús identificó comunidades vulnerables de ancianos solos en Santurce a las que además han ayudado como, por ejemplo, Villa Clemente. “Pero también se han unido los nuevos vulnerables, que son las personas que se quedaron sin trabajo en la cuarentena y también buscan qué comer”, describe la directora de Fondita.

“Creo que esta situación nos hace cuestionar el nivel de vulnerabilidad porque es más alto de lo que se quiere hacer creer. Hay un por ciento alto de la población que vive de cheque a cheque con el salario mínimo. Ya la gente quiere tener con qué comprar por ellos mismos. Claro, no es una realidad para otro por ciento de la población a la que le han desarrollado la dependencia del gobierno porque es más fácil de controlar”, declara Rivera.

En agenda está diseñar estrategias para que las organizaciones no gubernamentales desarrollen alianzas y planes en conjunto, previos a las crisis, para mejorar los servicios y el alcance alimentario. De igual manera, para compartir apoyos con organizaciones menos visibles.

“Los participantes tienen que sentirse acompañados en todo momento. En las crisis tú tienes dos opciones: te rindes y te quitas o creces y sientes satisfacción. Yo soy una mujer satisfecha”, culmina Alonso.

Seguridad alimentaria

Recomendaciones para garantizarla en tiempos de crisis:


1Almacenar comida no perecedera y buscar ayuda para que se mantenga en las condiciones apropiadas y no se dañen los alimentos. Contempla que puede que hagas entre 5 y 10 veces más comida de la usual.


2Realizar inventarios y estar alerta a las fechas de expiración de los alimentos. Asegúrate que tienes agua y gas suficiente.


3• Garantizar la cadena de abastos y hacerlo público con direcciones y personas responsables.


4• Fortalecer la estructura alimentaria y promover el sostén de la agricultura local.


5• Si no ocurrió un suceso de emergencia, comenzar a usar los alimentos en inventario para que no se pierdan y rehacerlo con nuevos productos.


 

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