A su manera, con los recursos artísticos disponibles hoy, el artista Eduardo Cabrer rinde homenaje a uno de los maestros de la pintura puertorriqueña, Francisco Oller.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé

Este palique cuenta con dos conversadores: Francisco Oller y Eduardo Cabrer. Pero no median palabras en la charla, sino diez obras de arte que entremezclan la fotografía y la pintura en aerosol con las que Cabrer rinde homenaje al maestro Oller. De esta forma, presenta su versión de bodegones de este siglo en la muestra Palique, que ya se exhibe en la Sala de Exposición de Arte Fundación Ángel Ramos (SalaFAR).


Laura López, directora ejecutiva de la Fundación
Ángel Ramos; Eduardo Cabrer, artista; y el licenciado
Rafael Cortés Dapena, presidente de la 
Fundación de directores de la Fundación Ángel Ramos .
Foto / Javier del Valle

Cabrer se confiesa seguidor de la obra de Oller, pintor nacido en el 1833 en Bayamón y creador de obras claves en nuestra historia plástica como “El Velorio”, que manejó el impresionismo y el realismo con acierto.

“Yo parto de un punto de partida de admiración, admiro mucho el trabajo de Oller, admiro su técnica porque entiendo que a pesar de que estuvo en el movimiento impresionista volvió a su origen. Él se pudo haber quedado en París con Cézanne, con Monet, pero había algo que todavía lo llamaba a regresar a Puerto Rico y buscar su identidad. Poco a poco se alejó del impresionismo y entró a lo que es el realismo; su habilidad y su técnica son impresionantes. Yo no tengo la paciencia que él tiene para trabajar una obra y mi forma de rendirle homenaje no es pintando, es con la fotografía; lo más cercano que como artista me puedo ir al realismo es con los bodegones”, explica Cabrer, santurcino nacido en el 1976.

Tituló la exhibición Palique, “porque es una conversación en temas principalmente cotidianos”. “Lo que se está presentando es un intercambio, un diálogo de ideas y de puntos de vista marcados por el tiempo en que cada uno de nosotros –Oller y yo- nos ha tocado vivir”, indica.

La conversación estética también provee espacio para comentar sobre la experiencia de vida caribeña. “Podemos llevar el mensaje de quiénes somos, de nuestros colores, sabores y costumbres”, opina el artista que cursó estudios de Arte y Diseño en la Universidad de Miami, en la Universidad del Sagrado Corazón y en la Universidad de George Washington, donde completó el grado de maestría en Bellas Artes.

“Soy una persona bien sencilla yo no rebusco mucho las cosas, no las complico y creo que el mero hecho de ser caribeño implica los colores que vemos, las frutas, lo que estamos acostumbrados a comer, el sabor de las cosas, la música. Creo que hay muchas cosas que nos definen; tendemos a ser personas alegres, apreciamos la luz, tenemos este sol siempre encima de nosotros que nos resalta nuestros alrededores a diferencia de cuando te empiezas a separar del Caribe. A eso me refiero cuando digo soy caribeño”, abunda el artista.

Esos códigos visuales atrapan. Cabrer resalta que Oller andaba de viaje por Europa, pero le resultó prioritario retornar a la Isla. Con él comparte el mismo sentimiento. “Yo también ansío estar en esa zona, ese paralelismo está”, revela.

MANO A MANO

El trabajo que Cabrer realiza con los bodegones inicia con la búsqueda de referencias visuales, el estudio de aspectos como la perspectiva y la búsqueda de los objetos necesarios para recrear el bodegón, desde platos, manteles y frutas hasta un machete o una canasta de paja. En medio de las escenas usuales de bodegones –con sus frutos rebosantes y coloridos- hacen su aparición elementos contemporáneos como un zapatito de niño o una bolsa plástica con la inscripción “Thank you” como las que solemos recibir en las tiendas.


Eduardo Cabrer propuso un "palique" con el maestro
Francisco Oller, en la muestra que presenta en
SalaFAR. Mediante fotos e intervención de planchas en acero,
este crea nuevas versiones de los bodegones
trabajados por el afamado pintor puertorriqueño.
Foto / Javier del Valle

El artista acomoda los objetos y los retrata. Después, interviene una plancha de acero inoxidable, la pinta con aerosol, le aplica acetona y, una vez seca la pintura, realiza marcas específicas del lugar en el que interesa transferir los pigmentos de la fotografía del bodegón que tomó al principio. Cuando todo está listo, transfiere la imagen sobre la plancha intervenida creando así la versión final que se aprecia en SalaFAR.

“Trato de conseguir todo lo más cercano posible a lo que él tenía, es una forma de documentar la diferencia entre su época y la nuestra. Este proyecto lo empecé antes del huracán María y me tomó un año volver a caerle encima porque no aparecía nada. Quise hacer una pieza con unas guanábanas y no pude porque todavía es que no las consigo. Hay una pieza, “Gracias, Thank you, gracias” que presenta el contraste; hay canastos en referencia a cómo recogías las frutas antes en el campo y ahora una bolsa plástica de colmado. Indirectamente tienes un mensaje también de la influencia americana que es algo que él lo estaba denunciando en “El velorio””, expone Cabrer.

El artista sostiene que al usar el aerosol hace referencia al impresionismo “que era todo pinceladas sueltas con propósito, todas resaltando la luz”.

“… yo no pretendo ser Oller, esto sale de pura admiración a su trabajo. A Oller no le llego ni a los tobillos”.

Por otra parte, dado que la imagen no se imprime en un papel sino en una plancha, carece del color blanco. Cabrer lo añade aparte, entonces, al hacer la transferencia de pigmentos de la imagen fotografiada sobresalen los tonos que agregó. “Así que estoy combinado lo que es el impresionismo con lo que es el realismo, son cosas que hizo Oller. Él lo hizo pintando, si tomas la obra “El velorio” tienes impresionismo en el paisaje que ves a través de las ventanas y puertas mientras que todo lo que está pasando dentro del bohío es realismo. Igual que él hizo esa mezcla yo estoy haciendo otra, con otros resultados, pero es mi forma de rendirle homenaje a los dos movimientos”, propone.

Dicha técnica de trabajo, Cabrer la califica como “inventos míos buscando accidentes” en su taller en Santurce el cual describe como “un laboratorio”.

Con su muestra Palique, el creador aspira a “poder compartir lo que hago” y provocar “que alguien más se interese en el trabajo de Oller”.

“Creo que es importante aprender de los maestros de esa generación. Si a la misma vez podemos definir el momento en que vivimos, porque las piezas tienen unos detallitos de la realidad nuestra, de las distintas influencias que hay en la vida de hoy día que son distintas a la de Oller, eso te obliga a conocer la época. Si uno motiva a la gente a conocer un poquito más de la cultura eso es importante. Yo estoy bien agradecido de la oportunidad; yo no pretendo ser Oller, esto sale de pura admiración a su trabajo. A Oller no le llego ni a los tobillos”, insiste.

SalaFAR fue inaugurada en el año 2010 para mostrar al público el trabajo que realizan artistas plásticos en Puerto Rico. Tanto el acceso a la sala como al programa educativo que provoca cada nueva exhibición es gratuito para público de todas edades.

Palique continuará abierta hasta mediados de noviembre. Para más información, llame al 787-763-3530.

Fotos: Javier del Valle

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